Mujer Sectorial

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A lo largo de nuestros continuos viajes de consultoría en todo el país, y durante la última década especialmente, hemos visto crecer de manera ininterrumpida la presencia de la mujer, al interior de todos los actores del sistema de salud en Colombia, lo cual es cada vez menos sorprendente, pero no por ello, menos maravilloso.

Las mujeres soportan el ecosistema sanitario, empujando desde la base inclusive, en donde con abnegación y mínimo reconocimiento, se realizan tareas indispensables de aseo general (pero podría ser preparación de alimentos, esterilización, ropajes , etc), en las instituciones públicas y privadas, pensando en las miles de personas que requieren a diario los servicios en los diferentes entornos de esta nación diversa; Ellas son las que más madrugan; ellas son las que viajan por horas en buses urbanos, en transportes masivos o peatonalmente porque sus salarios estirados con valentía cada mes, no alcanzan para mejores expectativas.

Cuando llega el médico y el paciente a su consultorio, ya ha pasado por allí temprano, o muy tarde en la noche anterior, este grupo  de personas que hemos invisibilizado, y que, por lo regular, pareciera no hacer parte de los equipos sanitarios. Ellas pasan años, incluso décadas haciendo su tarea, entregando sus mejores momentos, a sabiendas que las expectativas para crecer, para avanzar, para aspirar a unas condiciones laborales, personales y familiares más equitativas, son casi inexistentes por la ausencia de una política de talento humano integral y coherente.

Las auxiliares de enfermería son la fuerza de choque, son el ejército fundamental para luchar contra la enfermedad, son decenas de miles, mujeres provenientes casi todas de estratos sociales medios y bajos, que sin ninguna orientación preuniversitaria, sin otras alternativas educativas, o con la firme decisión de servir, se enrolan en una vida muy difícil de trabajo intrainstitucional o intra familiar (cuando se convierten en cuidadoras), que les exige una formación, unas destrezas y el desarrollo de habilidades que casi nunca, están disponibles en los sitios donde obtienen sus certificados.

Vaya si las auxiliares de enfermería son fundamentales: ellas preparan las camas, asean los pacientes, los bañan, les cantan, les dan de comer, los medican, los animan, los escuchan, los acompañan en la soledad y el silencio de su enfermedad, y sonríen con su recuperación o lloran en sus estaciones sus desconocidos muertos; sus jornadas casi nunca son cortas; sus fines de semana tampoco son para la familia, menos las noches largas de turnos, cuya recompensa económica no es recompensa, pero si económica, y los estímulos no salariales no están en el radar de los que toman las decisiones, casi siempre angustiados por la supervivencia empresarial y la bancarización del sector.

Yo las he visto desde mi juventud cuando estudiaba medicina, luego como profesional en grandes y pequeños hospitales y clínicas, e incluso más recientemente, como acompañante de mis padres pacientes, y cada vez comprendo mejor, que son ellas, sobre las que realmente recae la vida o la muerte, porque para nadie es un secreto que nosotros, los galenos, pasamos cada vez menos tiempo con nuestros muy queridos y muy necesitados pacientes.

Y qué decir de las Enfermeras profesionales sobre las que no tengo sino halagos para expresar, pues estoy convencido que son el gobierno del sector, son las gerentes de los prestadores muchas veces a la sombra de otras figuras de autoridad, representan el orden, el conocimiento, la disciplina, la templanza, la organización, la transparencia; las jefes toman todos los días, las principales decisiones en los diferentes servicios de salud de todos los niveles de complejidad; sin ellas, no sabríamos que hacer, ni cuando hacerlo, ni porque, ni quien, ni dónde.

Las jefes de enfermería deberían ser auspiciadas, incentivadas con educación superior, y nombradas en cargos de alta dirección con capacidad de mando y autoridad; las jefes de enfermería deberían liderar los equipos resolutivos en prestadores, redes y pagadores integrados verticalmente.

Hace poco leía sobre una polémica infértil por cierto, basada en una insana competencia entre médicos y enfermeras, y los actuantes de la discusión se comportaban como aquellos antiguos profesionales del siglo pasado, engreídos en su pretendida posición superior médica, de espaldas a las exigencias de un país rural, selvático, marítimo, montañoso, llano y desértico, que necesita profesionales en municipios y veredas diferentes a las seis grandes mega urbes que ya descollan en el país, y que obligan a los pacientes a conurbarse de manera indigna, porque no hay una política que estimule a los profesionales de la medicina a vivir en donde se los requiere, y no solamente donde habitan.

Las enfermeras en muchos países desarrollan nuevas competencias, porque tienen que reemplazar la ausencia de médicos especialistas que no viajan, o es que ustedes han visto oncólogos, o endocrinólogos, o reumatólogos, o sin ser tan exigentes, cirujanos generales deseosos de vivir en la amazonia, o en el choco, o en buenaventura o la alta guajira? Y no se trata de homologar las profesiones: NO; se trata de alinear las necesidades con la formación profesional, innovando los procesos, resolviendo con creatividad y responsabilidad los problemas, y creando nuevas competencias para profesionales que han demostrado su valía sectorial por tantos años.

Las médicas no han invadido. Basta pasar por las mas de cincuenta facultades de medicina de todo el país, para comprender que ahora ellas, son mas que nosotros, y eso nos está cambiando desde adentro los modelos y los sistemas asistenciales, por su indudable alineamiento al humanismo, al cuidado especial, a la dedicación del detalle, a no descuidar, a no confiarse, a ir hasta el final de los procesos, a preguntar otra vez, a leer nuevamente. Las médicas están en especialidades hasta hace poco santuario del género masculino, agregando valor no solo clínico y científico, sino administrativo y financiero que viene incorporado de manera increíble en su genoma.

Bienvenidas doctoras, no permitan que sus convicciones, que los sueños que inspiraran sus estudios, sean reemplazados por intereses materiales y el ambiente insanamente competitivo; las recompensas que siempre vendrán, tienen un envoltorio especial de servicio de alta calidad, y un moño de colores que es sinónimo de una mirada compasiva y cálida, de una mano extendida, de una escucha atenta y respetuosa, de la siembra de una esperanza posible, de un manejo ético, del apresurado alivio del dolor, incluso de una muerte digna de sus pacientes y un abrazo condolido para sus familias.

La medicina es un arte, no un trabajo, y algunas de ustedes son sus mejores y más dignas representantes.

Y claro que hay muchas más mujeres que hacen posible y efectiva toda la estructura y los resultados de lo que hoy llamamos sistema de salud: las administradoras, las gerentes, las contadoras, las abogadas, las ingenieras, las auditoras, las asesoras, las químicas, las bacteriólogas, las economistas, las tecnólogas, las psicólogas, y todas las que no he nombrado, y se encuentran en la industria farmaceutica, en los proveedores de bienes y servicios de salud, en las instituciones de apoyo y  asociaciones de pacientes, que le ponen el pecho a la brisa, que cada día aportan al mejoramiento, que no se dejan abatir por las noticias negativas y, en cambio, refuerzan su labor seguras que, un día, mas temprano que tarde, entre todos, alcanzaremos un modelo representativo, equitativo, sostenible, de alta calidad, innovador y resolutivo, en el cual todos los colombianos sin distingo alguno, obtengamos un cuidado integral.

 

Gracias MUJER SECTORIAL.

 

 

Carlos Felipe Muñoz Paredes

CEO & Fundador

CONSULTORSALUD

www.consultorsalud.com

[email protected]

 

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